martes, 13 de mayo de 2008

Comentario Luis Riffo -El Mercurio de Valparaíso- a chilean poetry

Chilean Poetry

Rodrigo Arroyo Castro, Editorial Fuga, Valparaíso, 2008

Por Luis Riffo

No es casual que el epígrafe que abre este poemario sea una cita de Juan Luis Martínez: “Hubo que decir algo, siempre hubo que decir algo, / hubo que decir que hubo un escrito sobre la mente y luego / hubo que decir”. Sobre la posibilidad de las palabras de ejercer la función de decir algo es de lo que se trata este libro del joven poeta Rodrigo Arroyo. Y lo hace acudiendo a uno de los recursos del poeta viñamarino, aquel de crear un espacio de perplejidad entre el título y el texto, como en este caso se produce con las palabras en inglés de la portada y las que encabezan las cuatro secciones que componen el libro, cuya opción idiomática no tiene una correspondencia legible con el cuerpo textual, salvo la reiteración de la expresión “again” en varios de los poemas. Lo que en primera instancia me parecía un recurso irónico que operaba como gesto crítico orientado a poner en tela de juicio el contenido del concepto “poesía chilena”, termina desvaneciéndose ante la ausencia de resonancia en el resto del texto (lo que la academia denomina relaciones intratextuales o isotopías).

El verdadero hilo conductor de este libro es la serie de metáforas sobre la escritura, de los cuales la principal es el laberinto (en la sección “from de labyrinth”), en cuyo espacio figurado el hablante sitúa al sujeto (singular y plural) y a las palabras de las cuales quiere valerse para encontrar una salida al intrincado problema que se formula de diversos modos: “No es posible decir todo lo que se quisiera”, “¿Cómo se recibe una palabra?”, por ejemplo. El laberinto como espacio de confusión, como camino incierto en que los pasos dados (las palabras dichas) no garantizan salvarse del extravío (del silencio). Es frecuente la alusión al caballo de Troya y al legendario héroe Guillermo Tell (que debía apuntar su flecha a la manzana sobre la cabeza de su hijo), en las que parecen cifrarse, respectivamente, las nociones que permiten entender a la palabra como trampa, emboscada, y la necesidad de una precisión en la que se juega la vida. El poeta plantea aquí una tensión entre la simulación que implica la construcción de la realidad mediante el lenguaje y el deseo –acaso inútil– de que las palabras acierten en su función de nombrar el mundo: “Trastabillamos frente a ocasos espectaculares por no saber decir”.

La sección “a kind of muteness” está impresa sobre un papel y con tipografía diferentes. Papel roneo y caracteres de máquina escribir sirven al propósito de recrear la forma de impresión de una época que no se menciona explícitamente, pero se sugiere: la escritura clandestina durante la dictadura. La diferencia no es sólo material. En estos poemas, en esta “especie de silencio”, Arroyo logra una expresividad, un ritmo y una precisión que el resto del volumen parece diluir en sus sobrecargados versos. La contención de las imágenes sirve para que las palabras rebelen más de lo que dicen, sobre todo en relación a la deuda que la poesía chilena y la memoria colectiva tienen con el pasado histórico reciente y con los conflictos actuales:

Hemos callado tantas veces para llegar a este final:

Ciudades desvencijadas, hipertextos, efectos especiales.

Sangre cayendo a raudales por la boca.

Luego de caer aún nos queda cielo,

y un coágulo atravesado en la garganta.

Hay en este libro una búsqueda lúcida en torno a las posibilidades y limitaciones de las palabras. Y lo que ha encontrado es ese intersticio que permite ver a través del lenguaje poético lo que las palabras de todos los días quieren mantener oculto y olvidado.


Este texto ha sido extraído de:

http://www.mercuriovalp.cl/invite2003/site/home/20080508172319.html

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